lunes, 26 de octubre de 2015

¡Quemad Barcelona!







Hay ocasiones en las que un libro se convierte en una aventura que sufres, una persecución que experimentas, una angustia que sientes a cada página que lees, pero a la vez no deseas dejar abandonados a aquellos personajes, como si su vida dependiera de que tú sigas leyendo. Y eso lo digo tras leer el libro "¡Quemad Barcelona!"  de Guillem Martí, con la colaboración de otro escritor de prestigio, Jordi Solé. Un libro cargado de tensión, de emoción y de incertidumbre, eso a pesar de que de alguna manera desde el inicio, incluso me atrevería a decir, desde el mismo título, sabes cuál va ser el final, pues el autor lo deja claro en la contraportada y la explicación inicial.  Además hoy podemos ser testigos del esplendor de aquella hermosa ciudad, sabiendo que muchos de sus emblemáticos edificios sobrevivieron a aquella guerra. Sí, porque a pesar de saber que entre tus manos tienes una novela histórica basada en hechos reales, este autor consigue una efectividad narrativa que no deja indiferente ni al más pasivo de los lectores, por su tensión e intriga.

            Gran parte de la extensa (575 pags), pero amena historia se desarrolla en tan solo diez días, en los que se suceden los acontecimientos acaecidos en la Barcelona de principios del 1939, cuando la guerra civil está en sus últimos compases y la desbandada de los perdedores va proporcional al avance de los ejércitos de Franco. No hay saltos temporales, salvo al inicio y al final del libro, pero si nos adereza la trama, con detalles que si bien no son fundamentales para el desarrollo de la misma, si nos sumergen en la realidad de esos días y las vivencias desde ambos bandos, de tal manera que quien lo lee, se siente viviendo aquellos duros momentos finales, tan terriblemente tensos, que nos recuerdan los episodios que miles de personas aún hoy día lamentablemente afrontan, en las todavía numerosas guerras civiles que se viven en muchos países del mundo. 

            Básicamente, el libro cuenta la hazaña de un conceller del gobierno catalán, Miquel Serra i Pámes, (foto a la derecha), quién logra salvar la ciudad de una destrucción programada y dirigida desde la Unión soviética de Stalin, que pretendía dejar al enemigo tierra arrasada, la orden era clara: la destrucción de todas las fábricas, centrales eléctricas, de telecomunicaciones y edificios claves, de tal manera que la bella ciudad condal, hubiese prácticamente desaparecido por completo y con ella ese esplendor gaudiano que todavía presenta hasta nuestros días. Pero cómo consigue ese hombre detener la orden destructiva, pronto se convierte en un hecho casi secundario cuando se pone en juego la vida de su mujer, su propia vida y su descendencia.

La novela logra mostrarnos el lado más humano de los deshumanizados contendientes y el más violento de los pacíficos ciudadanos. Además nos sumerge en otras historias paralelas, tremendamente emocionantes, y entrelazadas con la del protagonista, de tal manera que a veces deseas que la historia se desvíe hacia otros lares, para seguir la vida de otros, pero no, el autor consigue encajar todos los acontecimientos y personajes en un solo camino, y sin que nos quede nada sin atar. 

            Personajes bien conseguidos, llenos de matices, de lados claros y oscuros, de tal manera que nos presenta todas las vértices que un ser humano, por muy malo, cruel y despiadado que sea, tiene.


        Tan solo haría una pequeña observación al escritor, tiene que ver con el lenguaje del narrador. Bien es verdad que en literatura no hay normas rigidas con respecto a esto, pero si con la obra escrita pretendemos enriquecer el lenguaje, la educación y los buenos modos, el narrador debe alejarse de la jerga natural de los personajes. Entendereis lo que digo cuando al leer el libro observeis que la voz narradora del libro a veces se confunde con la de algunos de sus personajes. Entiendo que para los protagonistas se utilice una forma de expresión lo más natural y distintiva en cada caso, si se trata de alguien violento, rudo, deberá ser diferente de alguien culto, de caracter afable. Pero el narrador debe ser neutro, no puede identificarse con nadie de la historia, salvo que sea uno de los protagonistas el narrador, pero no es el caso. Es por otro lado, algo que vengo observando en la literatura contemporanea, y que no me parece adecuado, pues, aparte de crear cierta confusión entre los dialogos o pensamientos de los protagonistas y las descipciones del narrador, por el uso de lenguaje soez y vulgar, pienso que resta seriedad a una novela de género histórico como esta. 

Por lo demás, siendo esto último tal vez una apreciación personal, el libro está muy bien construído y lo recomiendo pues nos ayuda a comprender una época alejada, desconocida y tan interesante como poco tratada por los libros de historia contemporanea.  
De venta aquí:

domingo, 18 de octubre de 2015

Consejo a los escritores: No falteis a la verdad





 En las imágenes arriba expuestas, he colocado un breve mostrario de libros, novelas y artículos periodisticos que en su día hicieron mucho daño a la humanidad, por promover el racismo, los prejuicios y odios hacia determinadas etnias, rituales o creencias. 

Ahora surge la pregunta ¿Hasta dónde debe llegar la libertad de expresión en un libro? 
 Es verdad que no podemos ponerle freno a esa libertad, el pensamiento es libre, al igual que la imaginación. La ficción está para llevarnos a situaciones que nacen de la mente libre del autor, aunque en ocasiones se parezcan a la realidad y entremezclen con esta. Pero yo pienso que cuando en un libro, aun siendo una novela, los autores debemos ceñirnos a la verdad cuando aparecen reflejados lugares reales, o cuando tratamos sobre personajes históricos, ciertos grupos religiosos, étnicos, comunidades reales, etc.



            Por ejemplo, digamos que nuestro libro trata sobre un suceso acontecido en las comunidades calmucas que habitan las estepas de Mongolia y hacemos una descripción de la vida, rituales y su religiosidad. Lo normal sería documentarnos bien y exponer detalles interesantes que se relacionen con la trama, no tenemos que explayarnos en la vida minuto a minuto, sino aburrimos al personal. Pero más importante aún, debemos ser verídicos en lo que exponemos.  Si ponemos en el libro, mezclada con verdades, otras cosas como, que los calmucas hacen sacrificios de niños, a los cuales arrancan el corazón en rituales mágicos. O relatamos con todo lujo de detalles su costumbre de castrar al hijo primogénito cuando nace, o afirmamos que expulsan de sus tierras a los de raza oscura que se acerquen a sus territorios, por ser terriblemente supersticiosos y opinar que traen desgracias a su pueblo. ¿Qué conseguiríamos con esto? Pues aparte de faltar a la verdad, no ser sinceros, ni honestos con el lector, estamos vertiendo datos que pueden crear incluso ideas prejuiciosas contra estas personas, que por otro lado son pacíficas y civilizadas. 

Muchos conocedores de esa cultura, nos daríamos cuenta rápido del error de documentación, o de la mala intención del escritor. Pero lamentablemente otros no, y no todo el mundo tiene las ganas o posibilidades de contrastar todo lo que lee. Pronto se correría el rumor de las “costumbres salvajes” de los calmucos y algunos incluso la extrapolarían a todo el territorio de Mongolia y su gente.

           

            En la edad media, por ejemplo, eran comunes los libelos que se soltaban contra los judíos, entre otras cosas se decía que tenían rituales en los que sacrificaban a niños cristianos, y mucha gente se creía tales bulos. Hasta el siglo pasado hubo novelas y otro tipo de libros en los que se culpaban a los judíos con una gran cantidad de acusaciones, falsas en su mayoría. Esto provocó que millones de personas fueran arrestadas, y luego muertas, sin que ningún vecino levantara una queja, ni salieran en su defensa. ¿Por qué? Porque la sociedad estaba contaminada con la funesta idea de que aquellos eran gente mala y merecían el castigo.



            Pues hoy he tenido el disgusto de leer un libro, del cual no voy a mencionar, ni el título, ni diré nada sobre la autora de este. No quiero darle publicidad, pues aunque el libro está muy bien escrito y la escritora se ha esmerado en su texto, bien pulido y con una excelente trama, el libro contiene un odio visceral hacia un grupo de personas a las que yo conozco muy bien y vierte muchas mentiras, adjudicando malvados métodos a gente por otro lado, pacíficas y mucho más razonables de lo que el libro expone.



            Lo hago como única forma de protesta ante tantas falacias, insultos que rozan la calumnia, vertidas sobre esa comunidad de personas que no se merecen tal descrédito. Creo que ante el lector desconocedor, se crea una clase de prejuicios y odios innecesarios que en estos tiempos tan violentos en los que vivimos, no es bueno fomentar. Cualquiera se puede sentir libre de opinar, incluso poner en boca de sus personajes, ideas o comentarios acordes a esa persona que se quiere mostrar, pero el narrador, a mi modo de ver debe ser imparcial, no tomar partido, sino dejar que el lector saque sus conclusiones sin machacar constantemente una opinión personal, una creencia o una descreencia. Hay que dejar al lector libre de prejuicios innecesarios. Así que no recomendaré libros, ni hablaré de autores que nos quieran machacar con sus ideas, utilizando métodos poco éticos, como la mentira.