domingo, 18 de octubre de 2015

Consejo a los escritores: No falteis a la verdad





 En las imágenes arriba expuestas, he colocado un breve mostrario de libros, novelas y artículos periodisticos que en su día hicieron mucho daño a la humanidad, por promover el racismo, los prejuicios y odios hacia determinadas etnias, rituales o creencias. 

Ahora surge la pregunta ¿Hasta dónde debe llegar la libertad de expresión en un libro? 
 Es verdad que no podemos ponerle freno a esa libertad, el pensamiento es libre, al igual que la imaginación. La ficción está para llevarnos a situaciones que nacen de la mente libre del autor, aunque en ocasiones se parezcan a la realidad y entremezclen con esta. Pero yo pienso que cuando en un libro, aun siendo una novela, los autores debemos ceñirnos a la verdad cuando aparecen reflejados lugares reales, o cuando tratamos sobre personajes históricos, ciertos grupos religiosos, étnicos, comunidades reales, etc.



            Por ejemplo, digamos que nuestro libro trata sobre un suceso acontecido en las comunidades calmucas que habitan las estepas de Mongolia y hacemos una descripción de la vida, rituales y su religiosidad. Lo normal sería documentarnos bien y exponer detalles interesantes que se relacionen con la trama, no tenemos que explayarnos en la vida minuto a minuto, sino aburrimos al personal. Pero más importante aún, debemos ser verídicos en lo que exponemos.  Si ponemos en el libro, mezclada con verdades, otras cosas como, que los calmucas hacen sacrificios de niños, a los cuales arrancan el corazón en rituales mágicos. O relatamos con todo lujo de detalles su costumbre de castrar al hijo primogénito cuando nace, o afirmamos que expulsan de sus tierras a los de raza oscura que se acerquen a sus territorios, por ser terriblemente supersticiosos y opinar que traen desgracias a su pueblo. ¿Qué conseguiríamos con esto? Pues aparte de faltar a la verdad, no ser sinceros, ni honestos con el lector, estamos vertiendo datos que pueden crear incluso ideas prejuiciosas contra estas personas, que por otro lado son pacíficas y civilizadas. 

Muchos conocedores de esa cultura, nos daríamos cuenta rápido del error de documentación, o de la mala intención del escritor. Pero lamentablemente otros no, y no todo el mundo tiene las ganas o posibilidades de contrastar todo lo que lee. Pronto se correría el rumor de las “costumbres salvajes” de los calmucos y algunos incluso la extrapolarían a todo el territorio de Mongolia y su gente.

           

            En la edad media, por ejemplo, eran comunes los libelos que se soltaban contra los judíos, entre otras cosas se decía que tenían rituales en los que sacrificaban a niños cristianos, y mucha gente se creía tales bulos. Hasta el siglo pasado hubo novelas y otro tipo de libros en los que se culpaban a los judíos con una gran cantidad de acusaciones, falsas en su mayoría. Esto provocó que millones de personas fueran arrestadas, y luego muertas, sin que ningún vecino levantara una queja, ni salieran en su defensa. ¿Por qué? Porque la sociedad estaba contaminada con la funesta idea de que aquellos eran gente mala y merecían el castigo.



            Pues hoy he tenido el disgusto de leer un libro, del cual no voy a mencionar, ni el título, ni diré nada sobre la autora de este. No quiero darle publicidad, pues aunque el libro está muy bien escrito y la escritora se ha esmerado en su texto, bien pulido y con una excelente trama, el libro contiene un odio visceral hacia un grupo de personas a las que yo conozco muy bien y vierte muchas mentiras, adjudicando malvados métodos a gente por otro lado, pacíficas y mucho más razonables de lo que el libro expone.



            Lo hago como única forma de protesta ante tantas falacias, insultos que rozan la calumnia, vertidas sobre esa comunidad de personas que no se merecen tal descrédito. Creo que ante el lector desconocedor, se crea una clase de prejuicios y odios innecesarios que en estos tiempos tan violentos en los que vivimos, no es bueno fomentar. Cualquiera se puede sentir libre de opinar, incluso poner en boca de sus personajes, ideas o comentarios acordes a esa persona que se quiere mostrar, pero el narrador, a mi modo de ver debe ser imparcial, no tomar partido, sino dejar que el lector saque sus conclusiones sin machacar constantemente una opinión personal, una creencia o una descreencia. Hay que dejar al lector libre de prejuicios innecesarios. Así que no recomendaré libros, ni hablaré de autores que nos quieran machacar con sus ideas, utilizando métodos poco éticos, como la mentira. 

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