Hay
ocasiones en las que un libro se convierte en una aventura que sufres, una
persecución que experimentas, una angustia que sientes a cada página que lees,
pero a la vez no deseas dejar abandonados a aquellos personajes, como si su
vida dependiera de que tú sigas leyendo. Y eso lo digo tras leer el libro
"¡Quemad Barcelona!" de Guillem Martí, con la colaboración de otro escritor de prestigio, Jordi Solé. Un
libro cargado de tensión, de emoción y de incertidumbre, eso a pesar de que de
alguna manera desde el inicio, incluso me atrevería a decir, desde el mismo
título, sabes cuál va ser el final, pues el autor lo deja claro en la
contraportada y la explicación inicial. Además hoy podemos ser testigos del
esplendor de aquella hermosa ciudad, sabiendo que muchos de sus emblemáticos
edificios sobrevivieron a aquella guerra. Sí, porque a pesar de saber que entre tus manos tienes
una novela histórica basada en hechos reales, este autor consigue una
efectividad narrativa que no deja indiferente ni al más pasivo de los lectores,
por su tensión e intriga.
Gran parte de la extensa (575 pags),
pero amena historia se desarrolla en tan solo diez días, en los que se suceden
los acontecimientos acaecidos en la Barcelona de principios del 1939, cuando la
guerra civil está en sus últimos compases y la desbandada de los perdedores va
proporcional al avance de los ejércitos de Franco. No hay saltos temporales,
salvo al inicio y al final del libro, pero si nos adereza la trama, con detalles
que si bien no son fundamentales para el desarrollo de la misma, si nos
sumergen en la realidad de esos días y las vivencias desde ambos bandos, de tal
manera que quien lo lee, se siente viviendo aquellos duros momentos finales,
tan terriblemente tensos, que nos recuerdan los episodios que miles de personas
aún hoy día lamentablemente afrontan, en las todavía numerosas guerras civiles
que se viven en muchos países del mundo.
Básicamente, el libro cuenta la
hazaña de un conceller del gobierno catalán, Miquel Serra i Pámes, (foto a la derecha), quién logra
salvar la ciudad de una destrucción programada y dirigida desde la Unión
soviética de Stalin, que pretendía dejar al enemigo tierra arrasada, la orden
era clara: la destrucción de todas las fábricas, centrales eléctricas, de
telecomunicaciones y edificios claves, de tal manera que la bella ciudad
condal, hubiese prácticamente desaparecido por completo y con ella ese
esplendor gaudiano que todavía presenta hasta nuestros días. Pero cómo consigue
ese hombre detener la orden destructiva, pronto se convierte en un hecho casi secundario
cuando se pone en juego la vida de su mujer, su propia vida y su descendencia.
La novela logra mostrarnos el lado más humano de los deshumanizados contendientes y
el más violento de los pacíficos ciudadanos. Además nos sumerge en otras historias
paralelas, tremendamente emocionantes, y entrelazadas con la del protagonista,
de tal manera que a veces deseas que la historia se desvíe hacia otros lares,
para seguir la vida de otros, pero no, el autor consigue encajar todos los
acontecimientos y personajes en un solo camino, y sin que nos quede nada sin
atar.
Personajes bien conseguidos, llenos
de matices, de lados claros y oscuros, de tal manera que nos presenta todas las
vértices que un ser humano, por muy malo, cruel y despiadado que sea, tiene.
Tan solo haría una pequeña observación al escritor, tiene que ver con el lenguaje del narrador. Bien es verdad que en literatura no hay normas rigidas con respecto a esto, pero si con la obra escrita pretendemos enriquecer el lenguaje, la educación y los buenos modos, el narrador debe alejarse de la jerga natural de los personajes. Entendereis lo que digo cuando al leer el libro observeis que la voz narradora del libro a veces se confunde con la de algunos de sus personajes. Entiendo que para los protagonistas se utilice
una forma de expresión lo más natural y distintiva en cada caso, si se
trata de alguien violento, rudo, deberá ser diferente de alguien culto, de caracter afable. Pero el narrador debe ser neutro, no puede identificarse con nadie de la historia, salvo que sea uno de los protagonistas el narrador, pero no es el caso. Es por otro lado, algo que vengo observando en la literatura contemporanea, y que no me parece adecuado, pues, aparte de crear cierta confusión entre los dialogos o pensamientos de los protagonistas y las descipciones del narrador, por el uso de lenguaje soez y vulgar, pienso que resta seriedad a una novela de género histórico como esta.
Por lo demás, siendo esto último tal vez una apreciación personal, el libro está muy bien construído y lo recomiendo pues nos ayuda a comprender una época alejada, desconocida y tan interesante como poco tratada por los libros de historia contemporanea.
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