viernes, 20 de noviembre de 2015

Los caballos de Dios






             Tras los atentados de Francia del fatídico 13 de Noviembre 2015, fueron muchas las preguntas que revolotearon por mi cabeza. ¿Cómo es posible que un grupo de jóvenes en plenitud de facultades físicas y mentales sean capaces de inmolarse en un atentado? ¿Qué les mueve a cometer tal atrocidad, llevándose con ello a cientos de personas, que ajenos a sus intenciones, ni siquiera esperaban ese ataque? ¿Por qué no temen que el resultado de ese acto ni siquiera les pueda aportar la oportunidad de ver su derrota o su victoria? ¿Qué mente es capaz de convencer a jóvenes estudiantes, nacidos y criados en un país lleno de libertades y oportunidades a que su único y mejor camino es estallar ante cientos de personas y morir matando? ¿Qué les hace actuar de esa manera tan cruel en nombre de un Dios al que aún califican como misericordioso y amoroso? ¿Por qué cometen un acto que saben que tendrá repercusiones tanto para su gente, como para su propia religión a la que dicen representar? 

                Es fácil calificar estos actos de fanatismo desesperado, de maldad, del actuar de unas personas sin sentimientos, ni humanidad, acciones de unos dementes. Cuando recibimos de cerca el dolor de las víctimas, el sufrimiento por la pérdida de amigos, esposos, esposas, hijos, no encontramos justificación a tales actos, nuestra mente no es capaz de asimilarlo, ni encontrar una lógica a tanto despropósito. Lo más sencillo es maldecir a los cerebros de esos maléficos planes, como si los que lo cometieron no fueran dueños de sus actos.  Es difícil abstraerse de los malos deseos hacia un sistema religioso tan arraigado y ser objetivos en esta situación, pues occidente se considera víctima, atacada por una hueste de incultos salvajes, asesinos sin piedad, que solo desean llevar a la humanidad a una nueva edad de oscurantismo, ya superada por nuestra sociedad superior en principios y en civilización. Hay que destruir el mal, a atacar con todas las fuerzas, se nos insta, y además los medios de comunicación, la opinión pública y los líderes políticos nos convencen de que es el único camino posible para la solución a ese terrorismo integrista, atacar y convertir esto en una guerra. 

                Pero una mente que no se conforma con la explicación simplista, debe ver más allá, aparte de profundizar en las causas, todos sabemos que estas son consecuencias de años de odio creciente hacia occidente, por parte de un mundo árabe no siempre bien tratado ni entendido. Pero aparte de los asuntos políticos, culturales, económicos y religiosos envueltos, que son complejo de explicar, yo prefiero centrarme en las personas, siempre siento la curiosidad de saber que se mueve en la mente de estos seres humanos, con sentimientos, emociones, dudas y certezas, como cualquiera de nosotros, pero que son manipulados hasta el grado de cometer estos diabólicos actos. 

                Bien, pues hay un libro que acaba de pasar por mis manos, del cual se ha realizado también una película, y que explica de manera magistral ese proceso que lleva a que un joven corriente, sin ideología, se convierta en una bomba de carne y hueso, cuyo afán es destruir en el nombre de una creencia religiosa. El libro se titula: Los caballos de Dios, escrito además por alguien conocedor de la situación. Mahi Binebine, nacido en Marrakech, cuyo hermano sufrió torturas y prisiones por rebelarse contra la dictadura del rey Hasan II, conoce por tanto las dos caras de la moneda, la de una vida dura, llena de injusticias, sufrimiento y la de ser una persona galardonada y considerada en todos los ámbitos de la cultura.

              
Este escultor y pintor marroquí, se sintió impulsado a escribir esta novela cuando observó la vida de un grupo de muchachos jugando al futbol en una mísera barriada a las afueras de la populosa Casablanca, que viven hacinados alrededor de un basurero. Similar situación a la de multitud de barriadas pobres, marginales que hay en casi todas las grandes urbes de todo el mundo, algunas malas, otras peores, pero todas ellas llenas del desamparo de una sociedad basada en la riqueza mal repartida y donde la falta de cultura, la precaria economía y las pobres perspectivas de futuro, provocan que la violencia y la muerte se conviertan en algo cotidiano. En ese ambiente trascurre la novela, la cual nos cuenta el recorrido de Yashin y otro grupo de jóvenes criados en la barriada de Sidi Moumen, un lugar hostíl, pero a la vez familiar. Se trata de un grupo de jóvenes que no conocían más mundo que el que les rodeaba, pasando su niñez entre el futbol, las peleas, los conflictos de familias y el amor.

                El autor plasma de manera neutral, pero humana, no ajena a los sentimientos, pero sin justificar ni atacar nada, sencillamente mostrando esa realidad desconocida por muchos, la de ese submundo escondido en los suburbios de las grandes ciudades. Somos los lectores los que vamos descubriendo como el trascurrir de los acontecimientos llevan de manera casi natural, sin grandes rupturas, ni excesivo adoctrinamiento, a un camino que inexorablemente lleva a Yashim a la tragedia. Sorprende por otro lado la descripción de situaciones que desde nuestro punto de vista, quizá parezcan impensables en el mundo islámico, como la homosexualidad, la influyente posición de las mujeres, la irreligiosidad y el abuso de los vicios como el alcohol o las drogas. Descubrimos que no dista mucho de la degradación de occidente que tanto critican los árabes y por otro lado, esa falta de espiritualidad observada en los protagonistas, muestra el mismo panorama de nuestra sociedad. El problema es cuando nadie les ofrece una salida a su desdichada situación, salvo los extremistas religiosos que se infiltran, sabedores que en ese ambiente encontrarán lo que necesitan: jóvenes que no temen a la muerte, pues viven rodeados de ella. 


                Un libro estremecedor en todo sentido, pero que nos hace ver una realidad que la sociedad y los gobiernos de occidente se niegan a ver, que la salida no está en declarar guerras a las naciones de oriente, sino erradicar el extremismo que convive en sus ciudades y en las nuestras, por medio de eliminar esos focos de delincuencia que surgen de la marginalidad, la falta de una educación y una igualdad de oportunidades, tanto dentro de Europa, como en los países de origen del mal. Puedo decir que vale la pena leer este libro, máxime cuando el autor está más que dispuesto a utilizar las ganancias que recibirá con la venta de este, a construir centros culturales, bibliotecas, conservatorios de música y danza, que le den otra vía de escape a esa juventud que de otro modo estaría perdida, así, aunque sea una gota de agua en un mar, me alegro de haber colaborado algo en ello.

Puede obtenerse aquí

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Sientate libre de realizar algún comentario u opinión sobre esta reseña