martes, 14 de julio de 2015

Por una causa justa



   

               
                No soy asiduo de los libros de largo recorrido, esos que superan las 800 páginas. Siempre se me han resistido, y pocos de ellos los he acabado. Esos que coloquialmente algunos llamamos “tochos” y más si se trata de libros rusos, no suelen ser lectura de fácil digestión. Eso pensaba, hasta que cayó en mis manos este libro: “Por una causa justa” del autor ruso Vasili Grossman. Un libro que me lo tomé como un reto, casi como si de una apuesta se tratara, una apuesta conmigo mismo. Tampoco la literatura bélica se puede decir que sea algo que entre entre mis gustos literarios, y era el principal impedimento para ponerme en esa labor, pero había algo en la temática de este libro que me atraía. Era como querer rememorar la dureza de los tiempos de guerra, como los que de nuevo se ciernen en Ucrania, en nuestra Europa tan castigada por eso en estos último tiempos.              

                El libro trata de la escasamente conocida historia de la invasión alemana sobre el territorio ruso en años 40, visto desde el lado soviético. Desde la estrategia rusa del abandono paulatino de fábricas, ciudades y campos, para que los enemigos encontraran tierra quemada, pasando por el sufrimiento de los desplazados, la encarcelación y deportación de miles de rusos a campos de concentración alemanes. El autor describe a veces de forma fría, sin sentimientos, otra con la crudeza y fuerza los acontecimientos. Pero lo hace de forma inteligente, para mostrar con lo primero, que esa aparente desidia de las tropas soviéticas ante la invasión y la naturalidad con la que sus habitantes se tomaron la guerra, los desplazamientos y evacuaciones, eran toda una estrategia que confiaban, sería beneficiosa para el entero pueblo.  De manera interesante muestra como ese aparente derrotismo, escondía una bien planificada estrategia hasta llegar a la decisiva batalla de Stalingrado. El libro es rico en detalles, descripciones, diálogos y frases evocadoras. Está dividido en tres partes, de unos 60 a 70 capítulos cada sección, un autentico libraco de 1079 páginas. Para mí gusto, la segunda parte es la más emotiva y que más me condujo a reflexión.

                Si bien parecería demasiado extenso para explicar tan solo año y medio de historia, pero no puedo decir que sea aburrido. Las únicas pegas quizás sean los más de cien personajes, todos ellos con nombres imposibles de memorizar y que además como costumbre de los escritores rusos, los menciona con nombres y apellidos, incluso en los diálogos. Esto hace de este libro un complejo pero a la vez interesante reto. Una obra escrita que esconde algo más en sus páginas, que el simple relatar de los hechos, habla de la convivencia, de la capacidad humana para adaptarse a las situaciones más extremas.

                Aderezado con unas reflexiones interesantes que el propio autor va poniendo en la boca de sus diferentes personajes y que enriquecen el libro con frases célebres como para llenar otro libro de citas.  Estas son algunas de algunas que yo destacaría: 


-Los poetas no necesitan de manuales de poesía, porque son ellos quienes crean los versos y legislan sobre el uso de la palabra. 


-Existe una fuerza capaz de reconstruir ciudades gigantescas a partir de sus cenizas, pero no hay nada en el mundo que pueda hacer que los ojos de un niño muerto bajos los escombros, alcen de nuevo sus delicadas pestañas.


-Era una sensación de movimiento vertiginoso, semejante a la que habría experimentado la persona que, de repente, advirtiera con la piel, la vista y el protoplasma de cada célula de su cuerpo lo aterrador del movimiento de la tierra en mitad de la infinitud del universo. 


-¡El sufrimiento humano! ¿Se acordarán de él los siglos venideros? Se sostendrán los grandes edificios de piedra y pervivirá la gloria de los generales, pero las lágrimas y los susurros, los últimos respiros y estertores agónicos, los gritos de dolor y desesperación se desvanecerán sin dejar rastro junto con el humo y el polvo que el viento disipará…

En definitiva, se trata de una obra maestra de Vasilli Grossman, parte de una trilogía que va desde este texto, en el que defiende un sistema soviético al que cree más justo, para continuar con Vida y Destino y concluye con, Todo fluye


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